Atendiendo por adelantado y estableciendo límites para mejorar la relación con nuestros hijos

Nuestros pequeños pueden ser tremendamente adorables en muchas ocasiones. Esos momentos en los que dices: “¡dan ganas de comérselo!”. Pero cuando nos dicen, “oye, qué bueno es, qué bien se porta”, todas recordamos esos momentos más o menos frecuentes en los que parece que tenemos un pequeño demonio.

Estos comportamientos tan dispares son normales, forma parte del desarrollo del niño/a. Apenas está comenzando a dar sentido a su entorno y, por su edad, aspectos biológicos, psicológicos y sociales todavía están poco desarrollados. Por lo tanto, a veces la exploración de su entorno y su aún reducida capacidad de regular sus emociones confluyen y generan situaciones incómodas.

Así, en ocasiones su búsqueda de satisfacciones afectivas o emocionales pueden resultar inadecuadas. En este aspecto, nuestras atenciones son una fuente de satisfacción primordial para ellos. Cuándo y cómo les atendemos no solo puede reducir estos momentos incómodos, sino que, en cierto modo y sin quererlo, pueden estar manteniéndolos o empeorándolos. A continuación veremos por qué se pueden estar manteniendo estos comportamientos más inadecuados de nuestros niños/as y cómo reducirlos en la medida de lo posible mediante nuestra atención y límites adecuados.

Las atenciones

Dedicar tiempo de calidad a nuestros hijos/as es primordial para su desarrollo y para la mejora del vínculo. Por ello, lo primero es procurar cubrir en la medida de lo posible esta necesidad de nuestros hijos. Sin embargo, con nuestros estilos de vida cada vez más rápidos y estresantes, es difícil compartir tiempo de calidad en familia. En muchas ocasiones son ellos quienes nos solicitan este tiempo. En ocasiones de forma adaptada, en otras mediante rabietas y otras conductas de llamadas de atención. Como decíamos al principio, son normales durante su desarrollo. Pero lo que hacemos cuando ocurren puede estar haciendo que se repitan más a menudo.

Imaginad diferentes situaciones, podemos estar realizando tareas en casa, cocinando o limpiando, o comiendo con amigos en un restaurante. En un principio no estamos pendientes del niño. Hasta que realiza algo que nos parece inadecuado: coge algo, grita, golpea, etc. Entonces nosotros le llamamos la atención y le castigamos. Nos puede parecer totalmente contraintuitivo, pero ese castigo puede ser la forma en la que el niño consigue la atención que solicitaba. Así el castigo tiene un efecto totalmente opuesto al esperado.

Los límites

¿Entonces no debemos castigarles? No exactamente. Establecer límites adecuados es algo imprescindible. Hace su entorno más predecible y les aporta calma y seguridad. Además de que mejora el ambiente familiar, mejorando nuestro estado emocional y nuestro vínculo con ellos.

Para establecer límites debemos hacerlo:

  • Desde un estado emocional regulado, no dejarnos llevar por nuestra propia frustración.
  • Ser claros y directos en el mensaje que transmitimos.
  • Ser coherentes siempre en los límites que establecemos.
  • Ser cumplidores con nuestros compromisos que establecemos en cuanto a las consecuencias que tendrán los comportamientos adecuados e inadecuados.

Lo más importante

No podemos estar siempre pendientes de nuestros hijos/as. Y es importante también para su desarrollo que aprendan a ser autónomos, a solicitar atención de forma más apropiada e incluso a aburrirse. Pero esto es mucho más fácil que lo aprendan cuando nosotros hagamos un esfuerzo por cambiar el momento en el que les prestamos atención.

Por un lado, en la medida de lo posible, debemos dedicar tiempo de calidad con nuestros hijos. Jugar, conversar, dar cariño y, en definitiva, interactuar de forma positiva. Esto reducirá su necesidad de llamar nuestra atención con un estado emocional menos regulado. Por otro lado, darles la atención por adelantado.

¿Cómo es eso de dar la atención por adelantado?

Como podemos entender, es mucho más fácil que nuestro hijo capte nuestra atención haciendo algo llamativo (gritando en lugar de susurrando, golpeando en lugar de acariciando, tirando cosas en lugar de estar tranquilo, etc.). Por eso terminan consiguiéndolo, aunque vaya acompañado de una riña. Por eso, antes de que el niño realice la conducta inapropiada debemos anticiparnos. Si les prestamos atención con algunas palabras, un breve elogio o algún pequeño juego; mientras está tranquilo, al hablar en lugar de gritar, etc.; estaremos mostrándoles que para tener nuestra atención no es necesario hacer nada estridente e inadecuado.

En resumen, dediquemos tiempo de calidad a nuestros hijos cuando nos sea posible. No olvidemos establecer límites ajustados, que también es un acto de amor a nuestros hijos. Y, en definitiva, procuremos practicar la crianza desde el amor y el cariño, en lugar de desde el castigo y la riña. Mejoremos nuestros vínculos y nuestro ambiente para disfrutar en familia.

Cómo escuchar mejor las emociones de nuestros hijos

A veces vemos a los niños como otros seres distintos a nosotros, los adultos. Pero ellos también son personas que tienen y están construyendo un rico mundo interior. Necesitan reconocer y expresar todo tipo de sentimientos y emociones. Sus padres son su principal apoyo y guía también en este aspecto. En este artículo daremos algunas claves sobre cómo escuchar a nuestros hijos y permitirles expresar sus emociones. De esta forma mejorararemos nuestra comunicación con ellos.

La vida emocional de los niños

¿Cómo recuerdas tu día a día cuando eras niño/a? Probablemente recuerdes una vida sencilla. Ir al colegio, jugar, comer con tu familia y poco más. Tal vez no recuerdes esos momentos más complicados en los que te frustrabas, te sentías triste o tenías rabietas. Es normal, no solemos recordar esos momentos puntuales de nuestra vida diaria. Pero los tuviste. Y seguramente tus padres o hermanos te podrían recordar alguna de estas situaciones.

Esta forma algo sesgada de recordar nuestra niñez que tenemos la mayoría de nosotros nos puede hacer pensar que la vida de nuestros propios hijos debe ser así de simple. Pero también tienen sus preocupaciones, frustraciones y momentos malos en general y deben poder reconocerlos y expresarlos. ¿Qué podemos hacer nosotros para acompañarles en este proceso?

Beneficios de mejorar la escucha emocional de nuestros hijos

Ya sabemos que, como padres, tenemos un papel más que protagonista en la vida de nuestros hijos. Es importante recalcar que esto también incluye su educación emocional. Atender, reconocer y validar las expresiones emocionales de nuestros hijos, así como guiarles por su mundo emocional, es positivo para el desarrollo de su personalidad y su autoestima.

Poniendo en práctica una escucha adecuada hacia las expresiones emocionales de nuestros hijos lograremos evitar que repriman emociones, mejoraremos la comunicación con ellos y, en consecuencia, les conoceremos mejor. De esta forma tanto ellos como nosotros estaremos gestionando las emociones de forma saludable, mejorando el ambiente familiar.

Tips para mejorar nuestra escucha emocional hacia nuestros hijos

Seguro que ya conoces algunos consejos comunes para escuchar a nuestros hijos como ponerte a su altura o no quitarle importancia a sus sentimientos. De forma general, sabemos que tenemos que aproximarnos a ellos con amabilidad, paciencia y respeto ante sus expresiones emocionales. A continuación añadiremos algunas pautas más que pueden ser muy útiles:

  1. Permitirle que se exprese y no bloquearle diciéndole, por ejemplo: “no llores”. Puede que la forma en la que está expresando su emoción nos genere malestar porque estamos en un sitio público o porque está dando golpes, etc. En este caso, primero debemos encontrar la forma de estabilizarnos nosotros para poder acercarnos con tranquilidad y transmitirle esta calma para luego poder reconducir su forma de expresar la emoción. Diciéndole: “oye, entiendo que estés triste (o enfadado) pero no debes dar golpes cuando te encuentres así”.
  2. Practicar una escucha activa: Debemos prestar atención a todas las formas en las que el niño/a se puede estar expresando, no solo las palabras que expresa, también la expresión corporal e incluso los silencios.
  3. Como parte de la escucha activa, también podemos decirle en voz alta lo que entendemos que nos está queriendo expresar o cómo le vemos. Podemos parafrasear lo que nos ha dicho y que nos confirme o no si hemos acertado en nuestra percepción.
  4. Si observamos algún indicio en el niño que no nos ha expresado, podemos preguntarle directamente y decirle cuál es nuestra impresión sobre su estado.
  5. Si observamos que le cuesta expresar lo que siente, podemos animarle a que siga intentándolo mostrándole nuestro interés y cariño. También podemos dar algún apoyo, ayudándoles a poner nombre a lo que sienten y utilizando ejemplos de situaciones similares a las que puedan estar pasando. Y, por último, aceptar y validar sus emociones, expresándole que no tiene por qué avergonzarse o preocuparse por nada si es esto lo que puede estar bloqueando su expresión.

Con estos pequeños consejos lograremos hacer que la gestión emocional de nuestros hijos sea más apropiada. Además, aumentaremos su autoestima y su confianza hacia sí mismos al poder reconocer mejor sus emociones y que pueden expresarlas de forma saludable. Y también aumentará su confianza hacia nosotros, ya que nos verán como un apoyo también en al ámbito emocional. De esta forma mejoraremos notablemente nuestro ambiente familiar.

Viviendo para la sociedad o para uno mismo: Autoconocimiento y asertividad en familia

Los humanos somos seres sociales. Estar bien adaptado a la vida en sociedad es muy beneficioso para todos nosotros. Sin embargo, en ocasiones buscamos ajustarnos tanto a la sociedad que nos perdemos de vista a nosotros mismos sin ser conscientes de ello. En el mundo moderno del rendimiento y la inmediatez no tenemos tiempo para escucharnos. Así, no es nada extraño que nos sigamos sintiendo vacíos aun teniendo la vida que se supone que deberíamos tener y sin saber por qué. En este artículo veremos por qué ocurre esto y cómo podemos volver a conectar con nosotros mismos, lo que nos permitirá ser más asertivos y mejorar nuestras relaciones emocionales en familia.

Hace no tanto tiempo, el alcance de nuestra imagen personal llegaba tan solo a nuestro círculo más cercano. Como mucho, nos conocía “todo el pueblo”. La influencia de la sociedad era muy importante, pero nuestra exposición ante los demás era limitada. Ahora vivimos en la era de la comunicación y la exposición pública. Es una vía de dos direcciones. Por un lado, recibimos constantemente mensajes sobre cómo debe ser nuestra vida, qué es el éxito y cuál es el camino de la felicidad. Por otro lado, las redes sociales permiten que nuestras vidas puedan ser examinadas en función de ese canon impuesto.

Las Redes Sociales no son las principales responsables

Entonces, ¿el problema son las redes sociales y los medios de comunicación? Si no utilizo las redes sociales, ¿puedo librarme de ese canon impuesto? Realmente, no. Y es que, como ocurre en numerosas ocasiones, nuestro peor enemigo podemos ser nosotros mismos. Somos nosotros mismos quienes nos comparamos, nos juzgamos y nos dejamos de lado; independientemente de que tengamos redes sociales o no. Pero, si podemos ser nuestros peores enemigos, ¿por qué no ser nuestros mejores amigos?

Resulta que, en las prisas por ser “alguien en la vida”, dejo de ser “yo”. Estamos inmersos en una carrera en la que se supone que debemos ir cumpliendo etapas: estudio, termino una carrera, un máster (o mejor dos), ¿por qué no un doctorado?, conozco al amor de mi vida, me caso, tengo dos hijos (la parejita), un perro de anuncio, un chalet a las afueras con jardín y piscina, alcanzo el máximo éxito laboral, mantengo una figura estupenda, etc. Y en el camino por conseguir esas metas que otro nos puso ahí nos dejamos la salud, el bienestar y nuestro propio camino. Es el momento de parar.

¿Qué tipo de éxito estás persiguiendo?

La sociedad moderna nos ha convencido de que el camino al éxito se hace en bici: si te paras, te caes. Pero, ¿acaso la vida es una contrarreloj? ¿Contra quién compites? No pasa nada por bajarse de la bici, respirar hondo, contemplar el paisaje a nuestro alrededor y escucharse a uno mismo. Pregúntate: “¿hacia dónde estoy pedaleando?”, “¿es la meta que realmente quiero o es la que se supone que debo alcanzar?”, “¿es necesario que siga dando pedaladas mientras me arden las piernas?”.

En algunos países nórdicos es natural que los jóvenes se tomen un año sabático antes de decidir su carrera universitaria. Este año lo pueden dedicar a realizar trabajos como ayudantes en otros países, a aprender un nuevo idioma o simplemente a viajar y conocer mundo. Lo que están haciendo realmente es detenerse y escucharse para conocerse mejor y tomar una decisión basada en el autoconocimiento.

¿Cómo puedes ponerlo en práctica?

Seguramente no tengas la oportunidad de paralizar tu rutina durante un año completo. Pero es suficiente con que te guardes unos minutos al día para ti mismo/a. Aprovechar al menos un momento al día para hacerte las preguntas pertinentes y escuchar tus propias respuestas. Escucha tu cuerpo: el cansancio, los dolores o el estrés. Piensa en las cosas que te gustan y en tus objetivos. Haz dos listas de metas y objetivos personales: en la primera describe que es lo que percibes que los demás esperan de ti, mientras que en la segunda recoges lo que tú genuinamente deseas y esperas de ti misma como persona. Compara ambas listas y reflexiona sobre cuál se acerca más al camino que estás recorriendo ahora mismo y qué dirección te gustaría seguir a partir de ahora.

Detener la rueda y romper con el bucle da vértigo. No es fácil. Pero con estas pequeñas acciones podemos acercarnos a conectar con nosotros mismos y vivir en mayor armonía con nuestras familias.